sábado, 28 de junio de 2014

Rincón literario, G. A. Bécquer: Cuestiones de ecdótica

El invierno de 1870-71 fue el más frío de Europa en el s. XIX, una tarde del 8 de diciembre, Bécquer y su amigo Nombela volvían a casa en un ómnibus (carruaje descubierto) pese a las advertencias del último de coger un coche tapado. Ambos llegan helados y tiritando, pero Bécquer no se curaría de este enfriamiento, agravándosele de tal manera que fallecería dos semanas después. En el lecho de muerte le deja este encargo a su amigo y también poeta A. Ferrán: "Si es posible, publicad mis versos. Tengo el presentimiento que muerto seré más y mejor conocido que vivo". Proféticas palabras de quien con su poesía marcará una renovación intimista en la literatura española, siendo la fuente de la que beberían las siguientes generaciones, algo impensable en 1871, año en que se publicaron las Rimas.


Pero vayamos a los antecedentes, para hacernos una clara idea de asunto. Bécquer en vida fue conocido por su labor como redactor en diferentes periódicos, no es poca la cantidad de artículos de crítica sobre arte que publicó, y por unas narraciones en prosa, las Leyendas, que renovaban el quehacer de una temática muy apreciada en el siglo XIX. 



Luis González Bravo ministro y protector de Bécquer quería que publicara su obra poética, pidiéndole para ello el manuscrito de su obra. En 1868 tras la Revolución de la Gloriosa, ambos tuvieron que huir, y dicho manuscrito sigue perdido hasta nuestros días; se supone que se destruyó al ser saqueada la casa del ministro. Bécquer tuvo que recomponer de memoria los poemas, muchos de ellos gracias a varios amigos que en su admiración habían aprendido varias de esas rimas de memoria. Dichos poemas Bécquer los apuntó en un cuaderno al que tituló Libro de los Gorriones



Tras su fallecimiento, Campillo (amigo de la infancia del poeta) y Ferrán (ya mencionado) se dedicaron a recaudar fondos para publicar lo que serían las Rimas y Leyendas de Bécquer. La discusión entre ambos fue tremenda en lo que respecta a las Rimas. Ferrán quería respetar al máximo posible la fidelidad de su amigo, mientras que Campillo que nunca perdonó a Bécquer que abandonara un modo de hacer poesía clásico, enmendó algunos de sus versos, siendo esta la versión final que se dio a conocer. Ferrán por su parte, dio un orden a los poemas en los que se simulara un enamoramiento y desamor del poeta hacia una mujer, la hasta hace muy poco mencionada Julia Espín, quedando para la posterioridad una visión un tanto edulcorada y cursi del poeta. 

Hoy día, se suprimen los añadidos de Campillo (aunque formalmente mejoren el poema), dando una versión lo más cercana al Libro de los gorriones, que fue lo que concibió su autor. Y he aquí porqué es tan complicada la edición fiel de su obra poética, porque en el manuscrito hay rectificaciones, que no se sabe exactamente a quién corresponde, si al poeta, o los amigos del poeta. Campillo hoy día empieza a ser denostado por sus múltiples engaños en torno a la figura de Bécquer, en cambio a Ferrán se le aprecia su buen hacer, y admiración sincera hacia el vate sevillano.

Entre los amores de Bécquer, es falso que Julia Espín sea la que recibe los versos de ojos azules, pues quién así los tenía era su hermana Josefina; Julia los tenía negros. Y muchos poemas están dedicados a otras mujeres, como por ejemplo el de los ojos verdes,a quien fuera su amante toledana Alejandra, cuando tuvo que afincarse en Toledo tras el cese de su puesto como censor de novelas en Madrid. Por tanto el orden de las Rimas es ficticio, y hoy hay publicaciones directamente del Libro de los gorriones que conviven con la versión tradicional de las Rimas.

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