viernes, 27 de junio de 2014

Divagaciones de un paseante solitario. Cuestiones de metalenguaje

Los alumnos de Aristóteles eran los peripatéticos, porque conversaban y filosofaban dando vueltas alrededor (peri) de los edificios del Liceo. Y es que caminando es como surgen las mejores ideas. Tras este inciso, a lo que iba.


Al pasear esta tarde, mientras leía algún que otro poema. Me he parado a indagar sobre el modo de expresarse tan oscuro de algunos poetas y la claridad tan meridiana y cotidiana de otros. De cómo Garcilaso es medianamente inteligible con una cultura media, y cómo Góngora basándose en un principio en la misma línea cultista, acaba resultando francamente oscuro por el retorcimiento del idioma, con metáforas puras que se encabalgan hasta puntos insospechables; que no es de extrañar que se hable de "goce estético" como paladín del intelecto, cuando se logra captar el sentido, el ingenio y la belleza oculta de una composición suya.

En ese instante, he pensando en el lenguaje del Conde Lucanor, s. XIV. Cómo ese lenguaje aún siendo castellano, bien parece otro idioma. Pues la sensación que me da es como leer portugués, en nivel de dificultad me refiero, donde algunas frases se me hacen borrosas en cuanto a su sentido, ya que no sólo las palabras, sino la misma concordancia y sintaxis gramática gozan de una construcción ligeramente distinta a la actual. Y no es de extrañar, porque en aquel entonces si miramos a nuestro alrededor todo es distinto: las calles, las casas, la tecnología, la ropa, las costumbres, ¡¡¡todo!!! Apenas pervive un halo de razonamiento propio de nuestra especie humana. Es como si leyéramos el texto de un lugar en el cual todo es distinto. Yo escribo tecleando una pantalla, don Juan Manuel con pluma y tintero en pergamino. Por lo que no sólo el idioma es distinto, sino lo nombrado por él lo es también. Lo único que hace reconocible el texto es la naturaleza viva: animales y plantas, que no han variado; y el fino pensamiento argumentativo que expone una serie de ideas abstractas. Pero todo lo tangible: herramientas, armas, ropas, etc., ha variado. (El problema de las novelas históricas, es que te presentan a un personaje con mentalidad actual con la tecnología de la época elegida, como si la mentalidad no se viera impregnada por todo lo que le envuelve y al mismo tiempo lo transformara. He ahí una gran falacia y anacronismo psíquico en el cual incurren la inmensa mayoría de estas novelas).

La sensación que me ha dado es la de un viaje al pasado. Un pasado en el cual don Juan Manuel está vivo, escribiendo a la lumbre de una chimenea en una sala de su castillo de Garcimuñoz; y nosotros hemos robado sus ideas y estudiamos su hábitat de vida desde nuestro momento presente. Si esta idea la llevamos a los planos de espacio-tiempo, es como si estudiáramos la vida de un planeta similar al nuestro pero con distintas costumbres y tecnología. O nos estudiaran a nosotros. (Porque el salto de una cultura a otra dentro del mismo globo me parece insuficiente para abarcar la idea que me ha causado el cambio socio-cultural en el tiempo).

No obstante tendría que ser un planeta con una evolución calcada a la nuestra a nivel biológico, lo cual es harto improbable, dado el sinfín de posibilidades de cada ecosistema planetario. Pero para llegar a aprehender todas estas cosas, el bueno de don Juan Manuel, se nos tendrá que aparecer en la noche de los tiempos, ser nosotros una mutación más avanzada y ver todas estas acciones como ahora estudiamos las de los primeros homínidos.

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