Apuleyo es un autor del s.II nacido en la actual Túnez, la Numidia romana. De claro ingenio y sapiencia, seguramente magistrado y orador de oficio, acusado de magia mistérica, del que apenas sabemos estas cosas por lo que de sí propio dicta en su obra Apología, que no era sino un discurso defendiéndose ante tal acusación. Por lo demás el tiempo lo desgaja todo.
El asno de oro es la única novela que nos ha llegado de él, tanto ella como el Satiricón de Petronio, constituyen un género que los antiguos no sabían como denominar (recordemos que el término novela nace en Italia en el s. XVI, siendo El Quijote la primera gran novela moderna). Se les considera "historias milesias", es decir breves historias curiosas sin ningún tipo de condicionante moralizador (como en el caso de las fábulas) unidas por una historia común; pero que ningún lector hoy día dudaría en llamarlas novelas, al menos al Asno de oro, que conservamos entera.
El título es curioso, y es que la obra esconde muchas simbologías, pero primero vayamos al argumento. Lucio es un estudioso que quiere aprender magia, y para ello viaja a Tesalia, famosa tierra por sus encantamientos; al llegar se hospeda en casa de un rico e influyente ciudadano, cuya mujer tiene fama de hechicera. Tras conquistarse los favores de la criada, en el amplio sentido de la palabra; consigue asistir en secreto a una de las sesiones del ama, viéndola tras preparar un brebaje cómo se convierte en ave y sale volando por la ventana. Él entusiasmado exige a la sirvienta que le dé a probar tal brebaje, pero ella equivocándose de vasija le da uno equivocado, convirtiéndose el pobre Lucio en un burro. El antídoto está en comer rosas para volver a su forma humana, pero a esas horas de la noche no había a donde ir a por ellas. Aguarda paciente en la cuadra a ver amanecer el día, cuando entran unos ladrones y se lo llevan consigo. Bien, a partir de aquí las peripecias son múltiples. La obra está salteada de historias que personajes secundarios van narrando. Algunas narran torturas muy crueles, que recuerdan a las propias de la Inquisición, otras infidelidades muy graciosas que luego fueron vertidas en el Decameron por Boccaccio, etc. Al final recupera la forma humana gracias a la intervención de diosa Isis, y su devoción al culto mistérico isíaco le hacen iniciarse en él.
Esto último es muy curioso, y he aquí parte de la simbología que hoy se ha podido entender: el asno es el animal odioso por antonomasia en la religión egipcia de Isis y Osiris; el aureus, también puede traducirse como rojizo, color de mal agüero también para los egipcios, además de que los romanos pensaban que los cristianos adoraban una cabeza de asno. La transformación por los misterios de Isis, hacen perder esa odiosa imagen asnal, y recobrar la humana, todo un símbolo de alquimia espiritual. Que hoy día sería muy del gusto de los terapeutas jungianos.
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