lunes, 7 de julio de 2014

Rincón literario: "De profundis", de Oscar Wilde.

"Negar nuestras vivencias equivale a poner una mentira en los labios de nuestra propia vida." Oscar Wilde.

Oscar Wilde (1854-1900). Si tuviera que lanzar la vista atrás, Wilde sería lo que Petronio Arbiter en la corte de Nerón, todo un árbitro de la elegancia de su tiempo. "La estética es superior a la moral". Fue todo un esteta, agudo crítico literario y sobre cuestiones de arte. Sus frases siempre son recordadas por su fina ironía cargada de una gran dosis de psicología innata. "La mayoría de la gente son otros. Sus ideas son las opiniones ajenas, su vida una imitación, sus pasiones una cita", o "El arte empieza donde termina la imitación", "La vida artística es mero desarrollo de uno mismo", etc. 

Todo un icono de finales del siglo XIX. De Profundis es su último "escrito". En realidad se trata de una carta, una larga carta, al modo de las antiguas epístolas literarias. Escrita a Alfred Douglas, quien fuera su amante y amigo. Pero volvamos un poco más hacia atrás.

Wilde fue un mordaz crítico de la sociedad de su tiempo. Su éxito se lo debió sobre todo a sus obras dramáticas: El abanico de Lady Windermere, Salomé o su último éxito La importancia de llamarse Ernesto. También es recordado por su única novela El retrato (o cuadro) de Dorian Gray y por una serie de cuentos de desigual fortuna. Pero ante todo Wilde era el crítico literario, el fomentador de una nueva concepción de la estética: el esteticismo; siendo sus obras ejercicios prácticos que ponían de relieve estas ideas. De ahí que sus ensayos sean todavía leídos con frescura e interés. Los cuales reunió bajo títulos como Intenciones, por citar el más famoso. 

En 1895 Wilde estaba en la cumbre de su fama, año del estreno de su obra La importancia de llamarse Ernesto. Aclamado por público y crítica. Sin embargo ese año inicia el fin de su carrera artística. Su caía al vacío desde las alturas.

Instado por Alfred Douglas, interpone una demanda por difamaciones contra el padre de éste el marqués de Queensberry. Wilde no dispone de suficiente dinero para hacer frente al cargo de las costas del juicio, pero accede ante la promesa de su amigo, de que su propia familia le apoyaría económicamente. Wilde pierde el juicio, y es condenado a trabajos forzados en la cárcel durante 2 años. Pero aquí no acaba su tragedia. Al poco tiempo de ser ingresado en la cárcel es llamado para un juicio donde se le declara insolvente, y por tanto en bancarrota. Todas sus pertenencias pasan a subasta pública, siendo especialmente doloroso para él la pérdida de toda su biblioteca. La cual poseía obras dedicadas personalmente por los principales genios literarios del momento, tales como: Mallarmé, Verlaine o Gidé, por citar algunos. Fallece su madre al año siguiente, que "murió, herida en lo más hondo de su corazón, porque el hijo, de cuyo genio y arte se había enorgullecido tanto, y al cual consideró siempre como un digno sucesor de un nombre distinguido, fue condenado a trabajos forzados por dos años". Y para más inri debido al embargo, se le retiraron todos sus derechos de autor, y por tanto la posibilidad de poder publicar nada bajo su nombre hasta que no saldara la cuenta con sus acreedores. No es necesario decir que su "amigo" nunca le ayudó económicamente. 

De profundis son las últimas reflexiones escritas de un genio literario, que nos habla abiertamente de su dolor, de sus ideas estéticas y de las nuevas vías que la vida le abre ante tanta pérdida. Es una carta amarga, en donde se queja, culpa y se culpa, a Alfred Douglas, por su ingratitud hacia él, y por haberle/haberse dejado destruir su vida artística, al convertirse en un juguete de sus caprichos. Páginas autobiográficas la mayor parte, pero con destellos del mejor Wilde sobre todo cuando habla sorprendentemente de la figura de Cristo, y de cómo él entiende la belleza que tal personaje inscribió con su vida. Análisis muy sugerente y personal desde su enfoque esteticista, "quién quiera llevar una vida cristiana habrá de ser él mismo".

Esta obra nunca fue concebida para ser publicada, es una larga carta personal. Tras su salida de la cárcel publicó el poema La balada de la cárcel de Reading (1898) que había escrito durante su estancia en dicha prisión, bajo seudónimo. Ese mismo año falleció su mujer. Siguiéndole él dos años después en París debido a una meningitis.

Hoy día su figura comienza a ser rehabilitada tras su deshonra pública, para la intransigente moral de su tiempo, resaltando justamente sus ideas y el valor de su obra creativa. 

Tras su salida de la cárcel nunca más volvió a Inglaterra. Siendo enterrado en el cementerio de Père Lachaise, donde se puede visitar su tumba.




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